Una recaída constante
Culpas. Reproches. Tiempo. Ganas. Desgraciados. Despiadados. Desagradecidos. Desesperados. Locos.
Basta.
Respira.
(Aunque no lo hagas por ti, hazlo por ellos)
*
Érase una vez lo que ya no es.
Se conocieron a los 12 años y desde entonces se juraron amor eterno. Lo que no sabían es que esa promesa les iba a perseguir hasta recién cumplidos los 22. Durante aquellos años aprendieron forzosamente que las cosas no siempre salen como a uno le gustaría. Pero aún les falta ser capaces de aceptarlo.
¿Cuántos intentos indican que no debe haber más intentos?
Aquel primer amor infantil superó las barreras del tiempo y todavía pervive en aquellos jóvenes maduros que nada tienen ya que ver con aquellos niños que jugaban a quererse.
Aquel amor inocente inundó sus cuerpos y desde entonces ya no pudieron volver a ser los mismos.
¿Dónde habrá quedado aquella inocencia?
¿Cómo dos personas que se quieren tanto pueden llegar a hacerse tanto daño?
Un amor fuerte, que aprieta, que ahoga, que te derriba y te arrastra hasta el infierno pero que después es capaz de elevarte hasta lo más alto. Para luego volver a dejarte caer. Un amor intenso, despiadado, feroz, vivo, apasionado, ardiente, incomprensible, desesperado, instintivo, especial, único. Un amor de locos que te sacude y acaba contigo. Un amor sediento que siempre te deja con ganas de más.
Ganas de tocarte, sentirte, abrazarte, tenerte, desnudarte, morderte, acariciarte hasta que duela, escueza, sangre, sufras. Llorarte, consolarte, hacerme daño en el intento y no ser capaz de parar.
Un amor que se queda a vivir en tus costillas y que se te clava tan dentro que no te deja respirar. Que te llena la cabeza de pájaros que tratan de arrancarte los ojos. Si no me miras a mí no quiero que veas nada más. ¿Y ahora? Qué voy a enseñarte si no ves. Mírame. No lo hagas. Déjame. Suéltame. Vete. ¿Por qué te vas? Vuelve.
Esta es nuestra historia. Todavía no hemos encontrado la manera de escapar de ella.
Tampoco la de quedarnos a vivir sin que duela.
¿Dónde está la salida? No quiero irme.
Basta.
Respira.
(Aunque no lo hagas por ti, hazlo por ellos)
*
Érase una vez lo que ya no es.
Se conocieron a los 12 años y desde entonces se juraron amor eterno. Lo que no sabían es que esa promesa les iba a perseguir hasta recién cumplidos los 22. Durante aquellos años aprendieron forzosamente que las cosas no siempre salen como a uno le gustaría. Pero aún les falta ser capaces de aceptarlo.
¿Cuántos intentos indican que no debe haber más intentos?
Aquel primer amor infantil superó las barreras del tiempo y todavía pervive en aquellos jóvenes maduros que nada tienen ya que ver con aquellos niños que jugaban a quererse.
Aquel amor inocente inundó sus cuerpos y desde entonces ya no pudieron volver a ser los mismos.
¿Dónde habrá quedado aquella inocencia?
¿Cómo dos personas que se quieren tanto pueden llegar a hacerse tanto daño?
Ganas de tocarte, sentirte, abrazarte, tenerte, desnudarte, morderte, acariciarte hasta que duela, escueza, sangre, sufras. Llorarte, consolarte, hacerme daño en el intento y no ser capaz de parar.
Un amor que se queda a vivir en tus costillas y que se te clava tan dentro que no te deja respirar. Que te llena la cabeza de pájaros que tratan de arrancarte los ojos. Si no me miras a mí no quiero que veas nada más. ¿Y ahora? Qué voy a enseñarte si no ves. Mírame. No lo hagas. Déjame. Suéltame. Vete. ¿Por qué te vas? Vuelve.
Esta es nuestra historia. Todavía no hemos encontrado la manera de escapar de ella.
Tampoco la de quedarnos a vivir sin que duela.
¿Dónde está la salida? No quiero irme.
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