Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2017

Punto y final

Libre. Marcaré el día de hoy como el día de tu muerte. No habrá entierro. Ni lugar al que ir a llorarte. Tampoco caras largas ni lamentos. Solo paz. Te vas tú y yo vuelvo. Se acabó eso de cederte un sitio que me pertenece. Ya no hay hueco para ti en mi vida. No te lo mereces y no me gusta lo que has hecho con él. Ni conmigo. No me gustas. Eres el egoísmo personificado, la maldad premeditada, el cínico que reclama verdad, el mentiroso que se queja de la falsedad ajena, el hipócrita que sufre cuando le devuelven la moneda con la que condenó a otro, el lastre que me atropella cada vez que intento huir. Sigues siendo tú. Pero yo soy otra. Te colaste tan dentro que podías manejarme. Y te negaste a salir incluso cuando más dolía. Incluso cuando dejamos de ser uno. Incluso cuando me abría en canal y te dejaba ver lo que me habías hecho. Nunca supiste parar. Pero ahora te has ido. Podría escribir una lista que amontone todos los por qués que me han llevado hasta aquí.  Per
Con catorce años escribí que pensaba que dentro de nosotros existe un fuego que solo será capaz de encender una persona. Y estaba firmemente convencida de que una vez avivado ya no podría apagarse. Según mi crédulo e inocente yo del pasado, el fuego puede perder fuerza, incluso acabar en cenizas, pero la persona que lo hizo surgir tendrá la facultad de saber convertir las ascuas en fuego otra vez. Catorce años. Y a esa persona la conocí a los doce. Y la intenté olvidar a los quince. Y a los dieciséis. Y también a mis veintidós. ¿No es una bonita forma de joderse la vida?  La de creer haber encontrado el amor de tu vida siendo una niña.  Y la de no haber sido capaz de olvidarlo siendo una mujer. De ser cierto que aquel fuego existe, el mío arde con tanta fuerza que a veces siento que no puedo soportarlo más.  Qué ironía que yo pensara que él sería capaz de encenderlo a su voluntad cuando lo único que ha intentado ha sido apagarlo. Y soy yo la que lo mantiene vivo. 

Testigo y cómplice

Has sido testigo y cómplice de todas mis primeras veces Has conocido a aquella niña inocente, asustada e ilusionada que un día llegué a ser Me has visto crecer, reír, ser feliz en tus manos Cagarla, llorar, sufrir sin merecer tu hombro y de cara a tu espalda Ser yo misma en todas mis facetas y versiones Y hasta hace un momento pensaba que todavía seguías aquí Nunca sabremos si podías haber sido el último  Has detestado a aquella niña fría y dura en la que me convertí Dejaste de verme crecer, reír y ya no había hueco para mí en tus manos Aunque alguna vez que otra seguiste viéndome cagarla, sufrir y llorar, muchas veces sin merecerlo ¿Esa de ahí soy yo? Ya no recuerdo cómo era girarme y no verte Tampoco cómo mirar hacia delante sin buscar que nuestros pasos tropiecen Para volver a enredarnos Y poder demostrarte  cuántas cosas (que ya no quieres ver) me quedan por enseñarte

Dependencia emocional

Puedo levantar muros de ignorancia que te hagan pensar que te he olvidado Puedo buscar tu aliento entre las sábanas de un desconocido un viernes por la noche Puedo joderte la vida y después irme para acabar volviendo como un perro sumiso Puedo enamorarme de otro hasta descubrir que tú sigues siendo tú y que no hay nadie que pueda cambiar eso Puedo fingir que no me importa ver cómo aceptas que otra te dé lo que yo ya no Puedo llorar hasta llenar océanos que después me beberé para creerme fuerte Puedo disimular que la fuerza se me esfuma cuando entras por la puerta Puedo engañarme y decir que no fuiste para tanto E incluso creérmelo Por ti puedo hacer cualquiera de estas cosas Pero,  por favor,  no dejes que lo haga.
Eres ese por el que escribo textos de los que jamás estaré orgullosa Porque evocan un dolor del que no consigo deshacerme ni a través de las palabras Y me recuerdan que quizás uno no escribe para ser libre sino porque no encuentra otra salida.

Cuestión de fe

Cuando crees que ya no queda nada en lo que creer te equivocas. Creo en esas personas que nunca dejan de hacerlo. Y más todavía en aquellas que se esfuerzan para que los demás sigamos haciéndolo. Creo en el amor con el que mi abuelo sigue mirando a su mujer después de casi sesenta años. Creo en sus consejos y en su sonrisa desengañada que se niega a pensar que este mundo ha dejado de tener cosas buenas por las que luchar. Creo en el abrazo cómplice que abriga y llega justo a tiempo para sujetarte el mundo cuando se te viene encima. Creo en la amiga que siempre tiene la palabra exacta en el momento adecuado cuando tú te has quedado sin habla. Creo en la fuerza descomunal que una madre siempre va a ser capaz de sacar por su hijo. Creo en el kamikaze que es capaz de beberse los océanos por un beso. En el que lucha por una batalla perdida que acaba ganando.  Creo que el mundo ya es bastante mierda como para no valorar esas pequeñas cosas que hacen que siga valiendo la pena estar en