A veces dos brazos se convierten en refugio

Me gusta que me quieras porque haciéndolo me has enseñado una de las lecciones más obvias y valiosas de la vida, que hasta entonces no había entendido: el amor no duele, cura. 

Te repara. Cicatriza las heridas que ni el tiempo es capaz de sanar.

Te salva. Del mundo. De las personas que no te hacen bien. Del dolor. De los malos pensamientos. Incluso a veces de ti misma.

Te protege. Te hace sentir que existe un sitio en el mundo donde puedes ser tú misma. Donde hay alguien que te escucha y se preocupa por intentar entenderte. Donde compartir las piedras que cargas a tus espaldas para que pesen menos. 

El amor son dos ojos que nunca van a permitir verte caer. Es un espejo para cuando quieres ver todo lo bueno que hay en ti.

Es el consuelo de aquellos que, aún sabiendo las vergüenzas y desgracias que nos rodean, saben que siempre habrá un lugar en el que sentirse a salvo de todo ello.

El amor te sostiene. Y te enseña que, a veces, dos brazos se convierten en refugio.

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